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martes, 14 de mayo de 2013

Aire y vacío.


Quizás esté evaporándose el sentimiento, y se escapa por las ventanas abiertas. Pero quién podría negarte escapar, si la llave siempre la has tenido tú. Y yo te esperaba, y esperaba... Y desesperaba.

Te esperaba cada noche, justo donde sabías que me encontrarías siempre que quisiera escapar y existir diferente...

Sentada en la cornisa, te esperaba para que extendieras tu mano hacia mí, invitándome a entrar,  Antes de saltar. Quería lanzarme al vacío. Ese sería mi escape, mi salida.

Estaba segura de que el vacío a mi alrededor encajaría con el que se encontraba en mi interior.

Cada vez me acercaba más al borde, y miraba el cielo, a las estrellas y la luna, les pedía que me llevaran. Sentía el viento rozar mis mejillas, el aire era frío, más frío que nunca. Le pedía que tomara todo el aire dentro de mí y lo asfixiara... Y lloraba.

Las lágrimas caían una a una, eran pensamientos que no querían seguir existiendo. Y mi mirada estaba tan perdida como yo.

Entonces extendí mis brazos, quería tocar las estrellas, quería tener luz propia. 
La que tuve antes se marchaba contigo cada vez que me dejabas.



Estaba a punto de caer, y miré hacia atrás para ver si estabas ahí... Pero no fue así, tú no podías ni siquiera imaginar lo que pasaba.

Me dejé caer, sabía que tendría el cielo más lejos, pero podía imaginar que pronto sería un pequeño espacio de luz.

Sin embargo, me detuve en el aire, a diez metros del suelo, el tiempo había dejado de correr porque ya no lo contaba desde hace mucho. Me detuve porque creí haberte visto asomándote por la ventana para ver si todavía me encontraba ahí... No estaba segura, ni lo estuve alguna vez, ni lo estoy ahora... -Quizás nunca.

Pero el tiempo no se detiene, jamás. 

No me dejes caer.


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