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martes, 14 de mayo de 2013

El cristal con que me mires.

Me encontraba tan frágil como una aguja de cristal, que se quebraba todo el tiempo después de coser tus heridas abiertas. Sólo esperando que alguien como tú pudiera repararme.

Debía arreglarme, me sentía rota, quebrantada.
Quebrada en mil millones de pedazos, y cada uno era diferente.

Pero ya nadie nota los pequeños pedazos de cristal brillando en el aire antes de caer.
Y todos estaban tan arriba, todo era tan grande que sentí temor de que me observaran, ahí tan pequeña... 

Pero no se puede evitar lo inevitable.

Alguien tenía que cortarse.

Sin embargo, ¿quién recogería tal desastre después?
Me pregunté si alguien estaría dispuesto a recoger cada pedazo, cada pieza, una por una.
Por suerte, -no para mí, siempre estallé fuera. Fuera de todo lo tuyo, muy dentro de todo lo mío, y no mientras intentaba ser yo quien te reparaba a ti.

A veces creo que mis garantías ya caducaron, y que ya no hay quien esté dispuesto a ubicar cada pieza en su sitio. Yo ya lo intenté y fallé las veces suficientes.

Nadie quiere un artículo desgastado y que no funciona.

Una noche más, una última vez...

Obsérvame con detenimiento y dime si te atreverías a mirar a través del cristal.

Aire y vacío.


Quizás esté evaporándose el sentimiento, y se escapa por las ventanas abiertas. Pero quién podría negarte escapar, si la llave siempre la has tenido tú. Y yo te esperaba, y esperaba... Y desesperaba.

Te esperaba cada noche, justo donde sabías que me encontrarías siempre que quisiera escapar y existir diferente...

Sentada en la cornisa, te esperaba para que extendieras tu mano hacia mí, invitándome a entrar,  Antes de saltar. Quería lanzarme al vacío. Ese sería mi escape, mi salida.

Estaba segura de que el vacío a mi alrededor encajaría con el que se encontraba en mi interior.

Cada vez me acercaba más al borde, y miraba el cielo, a las estrellas y la luna, les pedía que me llevaran. Sentía el viento rozar mis mejillas, el aire era frío, más frío que nunca. Le pedía que tomara todo el aire dentro de mí y lo asfixiara... Y lloraba.

Las lágrimas caían una a una, eran pensamientos que no querían seguir existiendo. Y mi mirada estaba tan perdida como yo.

Entonces extendí mis brazos, quería tocar las estrellas, quería tener luz propia. 
La que tuve antes se marchaba contigo cada vez que me dejabas.



Estaba a punto de caer, y miré hacia atrás para ver si estabas ahí... Pero no fue así, tú no podías ni siquiera imaginar lo que pasaba.

Me dejé caer, sabía que tendría el cielo más lejos, pero podía imaginar que pronto sería un pequeño espacio de luz.

Sin embargo, me detuve en el aire, a diez metros del suelo, el tiempo había dejado de correr porque ya no lo contaba desde hace mucho. Me detuve porque creí haberte visto asomándote por la ventana para ver si todavía me encontraba ahí... No estaba segura, ni lo estuve alguna vez, ni lo estoy ahora... -Quizás nunca.

Pero el tiempo no se detiene, jamás. 

No me dejes caer.


Dondequiera que te encuentres.

Acurrucada en mi cama; en mi pecho, una parte de ti. Casi puedo sentirte.
Puedo recordar tus abrazos, esos, llenos de energía.

Acurrucada entre tus brazos, que me protegen, y me cubren de todo.

En ese lugar, ese espacio, donde logras transportarme hacia miles de universos.
Donde no tengo miedo.
Justo donde te necesito.
En la distancia perfecta.
Ese lugar, donde logro darme cuenta que , amor...

  Siempre serás mi hogar.