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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Leer.

Para muchas personas leer sólo eso, una simple acción.

Pero qué maravilloso sería que más personas pudieran apreciar lo hermoso de la lectura, que supieran identificar esos momentos cuando sientes que cada palabra te toca la mente, el alma.

Porque, a pesar de que la lectura sea algo tan irrelevante para tanta gente, estoy segura que de intentarlo queriendo, podrían llegar a descubrir muchísimo.

Esa paz que te brinda un libro mientras estás en el sofá de tu sala.

Esos momentos de euforia y tristeza mientras te adentras en la historia.

Esa frustración que sientes cuando pasa algo inesperado y no lo viste venir.

Cuando sientes que estás atrapado y adentrado de más en la historia, pero eso en realidad no te importa.

Entenderían que estar solo no es tan malo si por lo menos tienes un buen libro para hacerte compañía.

Entenderían que no es que no quieras "socializar".

Que se puede viajar con palabras, y entenderían lo que es teletransportarse mentalmente.

A decir verdad, -y en mi opinión-, muchas veces preferiría un millón de veces a los personajes de algunos libros que a muchos de los que me rodean.

Y en cuanto a esas personas que dicen que no les gusta leer, para mí es porque simplemente no han encontrado el libro correcto, o la cosa adecuada para leer, o simplemente no se han interesado en buscarlo. Igual, también es cuestión de gustos.

Yo sé que no puedo forzar a la gente a hacer cosas que no quieran, sé que no tengo ese derecho.

Pero sí sugeriría, diría y gritaría mil veces que la gente necesita leer más. 


Quiero saber cuántas cicatrices tienes.

Y memorizar la forma de tus labios.

Quiero recorrer tu espalda con mis manos.

Y contar todas tus vértebras. Tus costillas, tus dedos.

Y erizarte la piel.

Quiero trazar un mapa con la topografía de tu anatomía.

Y dominar tu lenguaje corporal.

Quiero acariciar tu cabello.

Y adentrarme en tu mirada.

Te quiero a ti, completamente…